Archive for the ‘Sociologos-Contemporaneos’ Category

La vida: principio y fin

agosto 2, 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Baudrillard; Narcisismo y regimen de mortandad en el Sistema de los objetos – Adolfo Vasquez Rocca
Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Baudrillard; Narcisismo y regimen de mortandad en el Sistema de los objetos – Adolfo Vasquez Rocca
Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Baudrillard; Narcisismo y regimen de mortandad en el Sistema de los objetos – Adolfo Vasquez Rocca
Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Baudrillard; Narcisismo y regimen de mortandad en el Sistema de los objetos – Adolfo Vasquez Rocca
Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

Jean Baudrillard © Psikeba 2007

La vida: principio y fin

por Jean Meyer
22 de julio de 2007

El principio y el final de la vida están en discusión cuando hablamos del aborto y de la eutanasia. Inútil subrayar la importancia de los dos temas gemelos y por lo mismo debemos pedirles a nuestros políticos no apropiárselos. Debemos pensar, estudiar, escuchar todos los puntos de vista, sabemos que la razón racional y razonante no anda sola, sino acompañada por pasiones, miedos, convicciones, emociones respetables. La radicalización de las últimas semanas no nos ayuda para nada.

Defensores e impugnadores del derecho al aborto hoy, a la eutanasia mañana, afirman que no se van a dejar y que sus adversarios son inmorales y crueles, hipócritas y reaccionarios, genocidas o fascistas. Como si no fuese suficiente, algunos intentan resucitar el conflicto religioso. Primero tenemos que “dejar los cuchillos en los vestidores”, como dijo alguna vez el general De Gaulle, para escuchar a la otra parte antes de discutir de manera civilizada problemas que son de fondo.

Hace muchos años, más de 40, leí un texto de Jean Rostand, eminente biólogo francés, para nada cristiano, más bien panteísta; un hombre admirable. Decía: “Creo que no existe ninguna vida tan deteriorada que no mereciera respeto y no fuera digna de defenderse con pasión y convicción. Creo que se sentaría un terrible precedente si se permitiera acabar con una vida, por estimarla no digna de preservarse, ya que la noción de valor biológico, aunque al principio se haya cuidadosamente definido, no tardaría en convertirse en otra ambigua e imprecisa. Después de eliminar lo que no es suficientemente humano, a la postre nada se perdonaría, excepto lo que encajara en un concepto ideal de humanidad. Tengo la debilidad de creer que es una honra darse el costoso lujo de mantener la vida de los miembros inútiles, incompetentes e incurables de la sociedad”.

Ciertamente Jean Rostand estaba todavía bajo el impacto de las políticas recientes de la eugenesia nazi; apenas 10 años habían pasado. A fines de los años 1980 el doctor Theo Hupfauer, ex director de un colegio nazi de élite que propugnaba la “salud hereditaria”, reflexionaba así: “En principio no me opongo a la eutanasia, usted ve que el mundo entero ahora avanza lentamente en esa dirección. La cuestión es únicamente cómo y en qué medida. ¿Realmente hay tanta diferencia entre los tests del embarazo temprano realizados por rutina con la idea de suspender el proceso si el feto es anormal, por no hablar del número de abortos que ahora se practican por toda clase de razones, y lo que se hizo aquí hace 40 años?”.

Gitta Sereny, la entrevistadora, comenta: “Cuando hablaba conmigo, disponiendo de argumentos cada vez más amplios que apoyaban algún tipo de eutanasia legalizada, pensaba que el mundo estaba poniéndose a la altura de las ideas de Hitler” (en su libro Albert Speer, páginas 234-235).

Max Frisch escribe en su diario (1966-1971) que “si regulamos la entrada en la vida, ha llegado el momento de que regulemos también la salida”. Nos encontramos precisamente en este momento, el momento de la huida ante la muerte y la muerte como huida. El sexo se ha liberado de la reproducción con la píldora y otros métodos y, más recientemente, la reproducción se ha liberado del sexo, con todos los recursos de la procreación artificial y asistida. Maravillas de la ciencia y de la tecnología que sirven tanto para bien como para mal. No contentos de ejercer nuestra violencia sobre la naturaleza, los animales, el medio ambiente, sobre los otros hombres mediante la guerra y la política, ahora somos capaces de violentar a nuestra especie con la biotécnica y todos los comités de bioética no nos han ayudado mucho a enfrentar lo que parece seguir el guión del aprendiz de brujo o del Doctor Faustus.

Jean Baudrillard, para nada sospechoso de moralismo católico, decía que se encontraba también un poco aterrorizado y que “no bastan los comités de ética que llevan el asunto a una moral convencional. Desde la perspectiva en que se colocan, el problema es insoluble y no pueden más que tapar los hoyos”.

Elías Canetti afirmó que, más allá de un cierto punto en la historia de la humanidad, llega un momento en que se vuelve imposible distinguir lo verdadero de lo falso. ¿No habremos llegado a tal momento en nuestro México? ¿Sabemos todavía determinar lo que es humano o no, lo que es bueno y lo que es malo? ¿No nos encontramos a punto de dar un brinco que sacrificará la definición de lo humano y nos lanzará a una carrera peligrosa, en un círculo vicioso ya explorado por la eugenesia de los años 30?

La reacción de todas las religiones representadas en nuestro país ha sido clásica: rechazo al aborto y a la eutanasia. En Francia, en el marco de la última campaña presidencial, los responsables religiosos judíos, cristianos y musulmanes han reiterado su oposición al aborto y a la eutanasia, reconociendo sin embargo, en algunos casos, la legitimidad de recurrir a dichas medidas. Lo cual nos lleva a sugerir que el asunto es demasiado grave para que pueda ser resuelto por una ley, por unos reglamentos, y que debería ser tratado mediante la casuística, es decir caso por caso. Cada persona es un mundo, un universo, un caso único; aplicarle automáticamente un reglamento, cualquier sea, no es la solución.

Por lo pronto es urgente un verdadero debate de buena fe, no politizado, y libre de las presiones de los diferentes lobbies que presionan a favor o en contra del aborto hoy, de la eutanasia mañana, de la eugenesia hoy, mañana y pasado. La práctica de los diagnósticos prenatales que lleva en China y en la India a la erradicación de las niñas en el vientre de su madre, por la preferencia social para el niño varón, no amenaza nuestra sociedad mexicana, pero bien podría despertar la tentación de un eugenismo no menos erradicador. A buen entendedor, pocas palabras.

jean.meyer@cide.edu

Profesor investigador del CIDE

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/38142.html

El paraíso terrenal es un ideal totalitario

julio 29, 2007

por Tzvetan Todorov

 

“No soy un filósofo”, dice con voz suave y pausadamente el reconocido ensayista y lingüista Tzvetan Todorov en el café de la Contrescarpe. “Me apasiono por cuestiones de política, de moral, de sociedad, de interpretación de la historia… Filósofo es una gran palabra.”

 

Nacido en Bulgaria, en 1939, Todorov vino a París en 1963 para hacer un doctorado. “Bulgaria era un país que formaba parte del bloque comunista, atado a la política soviética… Un régimen totalitario. Pero no me exilié. Llegué a Francia como estudiante”, recuerda.

 

Todorov, para el que no existen los paraísos en la Tierra, dice tener varias vidas. La primera, durante su niñez, adolescencia y juventud, en Bulgaria. Luego, su vida parisiense, en la que mutó lentamente hasta adoptar las características de la vida francesa. Y esta segunda vida tuvo varias subdivisiones, como se ve en sus trabajos.

 

“Hasta 1980, todos mis escritos fueron sobre temas de literatura y lenguaje. Traduje al francés los textos de los formalistas rusos y formaba parte del movimiento estructuralista, en lo que concierne a los estudios literarios y a la teoría general del lenguaje y de los símbolos”, relata, y añade que poco a poco se fue produciendo un cambio en su persona.

 

“Un cambio en mi espíritu, relacionado con el hecho de que ya no vivía más en mi país de origen. En Bulgaria, ocuparse de la ideología o de todo lo que de cerca o de lejos se asemejaba a la ideología era una actividad peligrosa. O bien se vendía el alma y uno se sometía a las exigencias impuestas desde afuera o bien se ponía en peligro el alma porque se afirmaban cosas consideradas heréticas o inaceptables que podían llevar a la exclusión de la comunidad científica o de la comunidad, incluyendo la prisión.»

 

Más de una década después de haber llegado a Francia, Todorov comenzó a reaccionar de diferente manera a su trabajo. Ya no necesitaba estar «alejado de toda interrogación sobre la ideología, sobre las consecuencias públicas y sociales, porque ya no vivía en una sociedad dictatorial y totalitaria, sino en una democracia en donde podía decir lo que quería».

 

Y escribir lo que quisiera? «Es una explicación un poco marxista la que daré, ya que fue mi condición de existencia lo que transformó mi pensamiento», sostiene Todorov entre sorbo y sorbo de un jugo de naranja.

 

Durante la hora de charla que mantuvo con LA NACION, Todorov explicó cómo encuentra un poco de amor cuando cocina y cómo, a pesar de su poco optimismo sobre un mañana mejor, aprovecha cada instante de su existencia para sentirse feliz y realizado.

 

-Cuando comprendió que podía escribir y pensar lo que quisiera, ¿qué fue lo que comenzó a llamar su atención?

 

-Ya no quería limitarme a la teoría de los textos, sino poner mi comprensión al servicio de una reflexión que concerniera a la vida común de la sociedad. Se me impusieron varios temas que estaban más bien vinculados con mi identidad. El primero fue la pluralidad de culturas, tema al cual todo exiliado es inevitablemente sensible. Era sensible a eso por mi propia experiencia, pero no sabía cómo abordarla en mi trabajo. Fue en un viaje a México donde encontré la forma: estudiar el encuentro excepcional que significó el primer siglo del descubrimiento de Colón. En «La conquista de América» hice un estudio de los escritos españoles e indios que describían la percepción del otro. Luego estudié la tradición francesa sobre esa temática en el libro «Nosotros y los otros». Fue una historia no totalmente cerrada en el período estudiado. Quería servirme de la historia de las ideas como un diálogo con el pasado para reflexionar sobre el presente. Este es uno de los grandes temas que continúan preocupándome. El segundo tema que se me impuso es la oposición entre totalitarismo y democracia. Intenté utilizar mis conocimientos sobre la historia europea para ponerlos al servicio de la comprensión del presente y de una reflexión moral, política y estética del presente. Los temas cambiaron desde entonces, pero de esta misma manera continúo abordando el mundo presente.

 

-Se fue acercando cada vez más al presente en sus temas de estudio?

 

-En los últimos años publiqué dos libros que son cada vez de más actualidad, «Memoria del mal, tentación del bien» y «El nuevo desorden mundial». Probablemente la próxima vez escriba sobre el día de ayer. [Se ríe.]

 

En «Memoria del mal, tentación del bien» reflexionó sobre los orígenes del totalitarismo. ¿Cómo lo explica en los tiempos modernos?

 

-El totalitarismo mutó de modo muy importante en la modernidad, desde fines del siglo XVIII, con las revoluciones en los Estados Unidos y en Francia. Cesó el sometimiento a la tradición, se dejó de considerar que son Dios o nuestros ancestros los que nos dictan nuestras maneras de conducirnos y, en cambio, se propuso, e incluso se impuso, que fueran los seres humanos los que decidieran sobre su propio destino. En el seno de esta mutación moderna, el totalitarismo creció como una forma extrema.

 

-Pero ¿cómo nació, con ideas que parecían de signo contrario?

 

-Nació de la nostalgia. El totalitarismo es un intento por restablecer características de la sociedad de ayer en un marco moderno y de someter nuevamente al individuo al grupo e imponer valores únicos a toda la sociedad. Es una especie de proyecto que hoy sabemos que es imposible y trágico. Evidentemente, esta expresión quería corregir los «defectos» de la modernidad. La modernidad tiene defectos: en democracia no vivimos obligatoriamente felices, pero descubrimos con las amargas experiencias totalitarias que el remedio de imponer por la fuerza estas soluciones es un remedio peor que el mal. La democracia no trae soluciones, pero el nazismo, el comunismo y las dictaduras son aún peores que el mal del que nos querían curar.

 

-¿Cree en la democracia como panacea?

 

-No es una respuesta universal: para demostrarlo, están las guerras europeas de fines del siglo XX, que se produjeron fuera del sistema totalitario. Las estudié a la luz de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki: de cierta manera, creo que es la continuidad de una misma línea, que me parece muy peligrosa y que la guerra de Irak ilustró nuevamente. Es una perversión del espíritu de la democracia, pero no por ello es totalitarismo. En el horizonte del corto y mediano plazo, que es el lapso que podemos abarcar, no veo qué alternativa global puede sustituir al régimen democrático.

 

-¿La democracia sufre perversiones?

 

-La democracia se basa en la idea de igualdad de derechos de todos sus miembros, pero sabemos que, en cualquier país, la igualdad ante la ley no es verdaderamente respetada, ni la igualdad entre los hombres y las mujeres ni la igualdad entre la gente de color diferente, etcétera. Son desigualdades sociales, cosas contra las cuales es indispensable luchar todos los días. Podríamos analizar todas las ideas generales de la democracia y veríamos que se puede llegar mucho más lejos de lo que llegamos. Soy consciente de que la democracia puede ser pervertida.

 

-¿Se puede imponer la democracia?

 

-Este intento de imponer el bien a los otros por la fuerza no produce los resultados esperados. Basta con mirar los casos de Afganistán o de Irak. Es claro que no se instauró la democracia, aunque haya sido el objetivo declarado, y hoy se está, quizá, más lejos de lo que se estaba hace diez años. Pero hay otros problemas, para los cuales no conocemos soluciones. Uno de los problemas estructurales de la democracia es el olvido de los fines y la sacralización de los medios. Cuando uno se ubica en una perspectiva histórica se ve ese gran cambio en la sociedad antigua. La finalidad, el fin, estaba siempre más allá del mundo humano y terrestre. Había que actuar bien para ser dignos de un ideal que nos transmitía una tradición inmemorial, que se decía inspirada directamente por Dios y los profetas.

 

-Desde un punto de vista histórico, ¿cuándo se sacralizaron los medios?

 

-La revolución de la modernidad consistió en sustituir la búsqueda de la finalidad divina por otra totalmente humana. Como se dijo mucho en el siglo XVIII, la felicidad sustituyó a la salvación. De la vida de un buen cristiano, se dejó de lado la salvación y se quiso afirmar el derecho de los hombres y mujeres a la felicidad. Y no sólo a través de lo material, porque el dinero no es suficiente para hacer la felicidad. La felicidad nace de cierta relación humana, de un tipo de inserción del individuo en su entorno humano.

 

-Según su opinión, ¿hoy estamos perdiendo de vista los fines?

 

-Hacemos las cosas simplemente porque controlamos muy bien los medios. Por ejemplo, la economía: es un medio para producir riqueza, pero no debería ser sólo para producir riqueza, sino para hacer que los seres humanos fueran más felices y estuvieran más satisfechos con sus vidas. Sin embargo, muy a menudo lo observamos, queremos que haya crecimiento por el crecimiento mismo, desarrollo por el desarrollo mismo, todo para que la economía sea aún más eficiente. Pero olvidamos preguntarnos para qué. Hacemos gran cantidad de cosas sin tener en cuenta el efecto que tendrán. La comprensión científica se convirtió en una finalidad en sí. ¿Para qué ir a Marte? ¿No hay una mejor finalidad humana para la utilización de los medios? Es un problema inherente a toda vida en democracia esa tendencia a sustituir el desarrollo de los medios en detrimento de los fines.

 

-Quizá sea la ambición de superarse a uno mismo, ese deseo humano de buscar la perfección…

 

-En Rusia, se enviaba a la gente al gulag para «producir hombres nuevos». En Alemania se buscó lo mismo, pero con la selección natural -casamientos entre arios- o la selección artificial, aunque esta palabra tomó un sentido siniestro, porque se llamó así a la exterminación de todos los débiles, los viejos, los enfermos, que fueron enviados a los campos de concentración. Hoy prevalece ese sueño, que no puede ser realidad, de eliminar las imperfecciones del ser humano modificando su genoma, pero es un proyecto peligroso. Esta ideología no es aceptable ni defendible.

 

-¿Cree que la sociedad evoluciona sin rumbo?

 

-La sociedad no está a la deriva, pero pienso que jamás viviremos en un paraíso. No hay que hacerse ilusiones. Es lo que sostengo en mis libros. Montaigne afirma que esta imperfección es constitutiva de la condición humana, porque así estamos hechos. Necesitamos a los otros, pero los otros no se pliegan a nuestros deseos. Por lo tanto, la violencia nos tienta, para imponer nuestros deseos. Disponemos de cierta libertad que nos distingue de todo el resto del mundo vivo, tenemos una gran libertad con respecto a nuestro código genético o a nuestra naturaleza, pero esta libertad puede conducirnos tanto a la generosidad como a la perversión. Las sociedades están hechas de grupos con intereses contradictorios y no se puede satisfacer a todos al mismo tiempo…

 

-¿Cuál es la sociedad ideal, entonces?

 

-Una buena sociedad es la que sabe aprovechar los compromisos entre intereses contradictorios. Si renunciamos a esa visión del paraíso terrestre, que era la que estaba detrás de la política totalitaria, porque soñaba con construir el paraíso terrestre, aunque se renunciara a esa visión, sería indispensable que fuéramos conscientes de los peligros que socavan nuestra existencia.

 

-En «Memoria del mal, tentación del bien», subrayó que no puede haber ideales verdaderos o falsos, sino únicamente más o menos elevados. ¿Puede haber ideales malos?

 

-Por supuesto que sí. Por ejemplo, el ideal de producir el paraíso terrenal puede parecer magnífico, porque se desea que todo sea perfecto y todos vivan en la felicidad, pero en realidad es un ideal mortal. Lo aprendimos a la fuerza. Comprendimos que el ideal democrático, que es mucho menos excitante que la perfección del paraíso, es digno de respeto y hay que defenderlo.

 

-¿Cree que, buenos o malos, hay ideales en nuestra época?

 

-No creo que la sociedad ya no tenga más ideales. La humanidad no puede vivir sin ideales. Si no tuviera más ideales, habría habido una mutación de la especie. Hay momentos de ceguera e inconsciencia, pero uno se puede despertar de esos momentos. Lo que se llamó la politización de la juventud no era maravilloso. Yo lo viví cuando tenía veinte años. Había mucha simplificación, muchos dogmatismos. No era una época ideal. En la época actual se da más importancia a la búsqueda individual de una vida mejor, más bella. Me parece legítimo y corresponde a la democracia. La democracia no ofrece la plenitud a sus ciudadanos. Tener buena seguridad social no lo hace a uno feliz. Tener una jubilación decente no hace que uno se sienta realizado. La democracia es eso: asegurar la jubilación, una buena cobertura médica, buenas condiciones de trabajo, etcétera. Pero ¿y una vez que se obtuvo eso? Era un medio y no un objetivo en la vida.

 

-¿Y cuál es su objetivo?

 

-Lo que se quiere es sentirse realizado; es poder decir que tengo una vida llena de riqueza, feliz, porque amo a los seres humanos que admiro, porque me siento amado, porque escribí las obras que quería escribir, o construí los muros que quería construir, si fuera albañil. Son voces individuales que tienden a la realización personal, y creo que en democracia esas voces son privilegiadas. No hay que menospreciarlas, porque no creo en el mañana perfecto. Todas esas imágenes que alimentaron la primera mitad del siglo XX, en donde se prometía que con un golpe de varita mágica todo se resolvería, no las creo. Más bien creo que cada uno puede trabajar para hacer que su vida sea más satisfactoria.

 

-Muchos encuentran en la religión ese camino a la realización personal?

 

-Lo religioso se convirtió hoy en una experiencia individual, una entre otras. Hoy no vivimos en un marco dado por la Iglesia. Sin embargo, un individuo puede encontrar su consumación interior en una experiencia religiosa, pero otro la puede lograr en el amor a la pintura o la música, o en el jardín de infantes al que va todos los días para trabajar con niños.

 

-¿Esa es su filosofía de vida?

 

-Consiste justamente en hacer el elogio de lo cotidiano, en buscar en la vida común, en la vida diaria, lo que puede embellecerla, hacerla digna de ser vivida.

 

-¿Y lo encuentra?

 

-Intento que mi vida sea tan rica como sea posible, aun en el simple hecho de cocinar. Es una acción que da sentido, porque la comida se hace para los otros, se comparte con los otros, es un don, es una obra efímera que desaparece de la noche a la mañana, es una obra para recomenzar todos los días…

 

Por Patricio Arana
Para LA NACION
Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/750752

El sociólogo Ralf Dahrendorf gana el galardón de Ciencias Sociales 2007

julio 12, 2007
El sociólogo británico de origen alemán Ralf Dahrendorf ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2007, fallado hoy en Oviedo.


Considerado uno de los autores fundamentales de las teorías del conflicto social y uno de los máximos representantes del pensamiento liberal europeo contemporáneo, Ralf Dahrendorf se impuso en las últimas votaciones al filósofo alemán Rüdiger Safranski, al lingüista búlgaro Tzvetan Todorov y a la científica italiana Rita Levi-Montalcini.

También eran finalistas el filósofo alemán Rüdiger Safranski, el lingüista búlgaro Tzvetan Todorov y la científica italiana Rita Levi-Montalcini. El jurado, está presidido por Manuel Fraga.

Fotograf�a de archivo (02/10/98) del sociólogo británico de origen alemán Ralf Dahrendorf, que ha sido galardonado con el Premio Pr�ncipe de Asturias
Ralf Dahrendorf

El galardón de Ciencias Sociales, al igual que los otro siete Premios Príncipe de Asturias, está dotado con 50.000 euros, la escultura creada y donada expresamente por Joan Miró, un diploma y una insignia acreditativos.

En los últimos años han sido distinguidos con este galardón los hispanistas Raymond Carr y John H. Elliot, el economista Paul Krugman, los sociólogos Giovani Sartori y Anthony Giddens y la ex presidenta de Irlanda Mary Robinson, que lo ganó el pasado año.

El galardón de Ciencias Sociales es el sexto que se falla este año después de los de Cooperación Internacional (Al Gore), Artes (Bob Dylan), Investigación Científica y Técnica (Ginés Morata y Peter Lawrence), Letras (Amos Oz) y Comunicación y Humanidades, que se concedió la semana pasada a las revistas «Nature» y «Science».

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Todorov ve la literatura en peligro

julio 7, 2007

«Huir de la tentación del bien». La tentación del mal, no es nada,. La tentación del bien es la más peligrosa. Entrevista a Tzvetan Todorov – por Eduardo Castañeda © Psikeba 2007. Revista de Arte, Psicoanalisis y estudios culturales.
Tzvetan Todorov © Psikeba 2007

«Huir de la tentación del bien». La tentación del mal, no es nada,. La tentación del bien es la más peligrosa. Entrevista a Tzvetan Todorov – por Eduardo Castañeda © Psikeba 2007. Revista de Arte, Psicoanalisis y estudios culturales.
Tzvetan Todorov © Psikeba 2007

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Tzvetan Todorov © Psikeba 2007

«Huir de la tentación del bien». La tentación del mal, no es nada,. La tentación del bien es la más peligrosa. Entrevista a Tzvetan Todorov – por Eduardo Castañeda © Psikeba 2007. Revista de Arte, Psicoanalisis y estudios culturales.
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«Huir de la tentación del bien». La tentación del mal, no es nada,. La tentación del bien es la más peligrosa. Entrevista a Tzvetan Todorov – por Eduardo Castañeda © Psikeba 2007. Revista de Arte, Psicoanalisis y estudios culturales.
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Tzvetan Todorov © Psikeba 2007

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Tzvetan Todorov © Psikeba 2007

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Toutes les méthodes pédagogiques sont bonnes, tant qu’elles ne transforment pas les moyens en fin et qu’elles cherchent, grâce à la littérature, à enrichir et à structurer l’esprit de l’être humain” (Tzvetan Todorov, La Littérature en péril, Flammarion, «Café Voltaire», 95 págs, 12 €)

 

Hay autores incombustibles y uno de ellos es, sin duda alguna, Tzvetan Todorov. El 2007 empieza para él como siempre, con un texto revigorizante, aunque corto, cuyo título es La Littérature en péril. Un volumen que, si no ando desencaminado, es el que hace la bonita cifra de treinta y cinco dentro de su nutrida producción. Hay en este libro una andanada contra quienes supuestamente ponen la literatura en peligro, contra aquellos profesores, críticos literarios y oras gentes de letras que reducen la literatura a juegos formales y que no ven otra cosa que “técnicas narrativas”. Y no es un defecto exclusivo de las mentes pensantes, pues el deterioro se cultiva desde la tierna infancia. La escuela es la inicial responsable, porque “on n’apprend pas de quoi parlent les oeuvres, mais de quoi parlent les critiques”, porque en aras del análisis formal los profesores descartarían estudiar su relación con el hombre y con el mundo: “on se demandera si Le Procès s’apparente au registre comique ou à celui de l’absurde, au lieu de chercher la place de Kafka dans la pensée européenne”. Así pues, entre unos y otros quedaría encumbrada una trilogía fatal, esa que formarían el formalismo, el nihilismo y el solipsismo.

 

Con tales armas, no harían sino desesperar al lector más entusiasta y ese resultado no sería extraño, pues precisamente es el entusiasmo lo que desespera a aquellos caballeros eruditos. He aquí, pues, el abismo que separa a aquéllos de éstos. El crítico y el especialista destilan conmiseración, mientras que los lectores buscan en una novela algo que dé sentido a su vida. En fin, dice Todorov, es necesario que la literatura devenga popular: “Non seulement [les] romans populaires ont amené à la lecture plusieurs millions d’adolescents, mais de plus ils leur ont permis de se construire une première image cohérente du monde, que, rassurons-nous, les lectures suivantes amèneront à nuancer et à complexifier”.

 

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La crítica ha tratado con algo de respeto y un poquito de ironía esta nueva entrega del pensador franco-búlgaro, dadas las puyas que contiene contra esta profesión. Philippe Lançon, en la reseña que ha publicado Libération, puede ser un buen ejemplo. A su parecer, con este libro Todorov se ha incorporado a lo que podríamos denominar el coro de los suplicantes o llorones.

 

 

¿Es realmente cierto, se pregunta Lançon, lo que denuncia este pensador? La producción literaria contemporánea desmiente este tópico, concluye, algo que debería ser obvio incluso teniendo un conocimiento superficial de ese mundo. En Francia, por ejemplo, no cesan de publicarse novelas de todas las clases, cuya preocupación principal es relatar el mundo de una manera u otra. Atribuir, pues, a las críticas aparecidas en la prensa o en las revistas especializadas tal influencia sobre el trabajo de los novelistas es exagerar el poder de los unos y subestimar la imaginación de los otros. Ahora bien, continúa Lançon, Todorov es un universitario y mucho de los de ese círculo estudian tanto a los muertos que acaban viendo a los vivos con una perspectiva deformada, casi siempre nostálgica. Todorov no escaparía, pues, a ese timbre.

 

 

¿Significa eso que el libro de Todorov carece de interés? De ningún modo, sobre todo en la parte en que relata una breve meditación autobiográfica. Hay que recordar que Todorov estuvo vinculado en los años sesenta a Gérard Genette, uno de los pioneros de la crítica textual, con quien creó la revista Poétique bajo el estandarte clasificatorio del estructuralismo.

Fue un trabajo fructífero, hasta el punto de que modificó y orientó los estudios literarios en Francia y, por extensión, en otros lugares. Por eso, no debe extranar que Todorov se pregunte: “Devrais-je me sentir responsable de l’état de la discipline aujourd’hui ?Lançon no lo cree.

 

Todorov recuerda que comenzó a estudiar en la Bulgaria comunista: «Je me suis engagé dans une des rares voies qui permettaient d’échapper à l’embrigadement general. Elle consistait à s’occuper d’objets sans teneur idéologique; donc, dans les oeuvres littéraires, de ce qui touchait à la matérialité même du texte, à ses formes linguistiques”. Al llegar a Francia prosiguió este trabajo en contacto con el naciente estructuralismo, con una pretensión: “infléchir l’enseignement littéraire à l’université pour le libérer de la grille des nations et des siècles, et l’ouvrir à ce qui rapproche les oeuvres les unes des autres”. Fue eso lo que le hizo recordar siempre que la literatura le ayudó a vivir, porque le hablaba del hombre, porque le permitía comprender.

 

Todorov acaba reconociendo que los estudios a los que contribuyó en los sesenta han llevado a exagerar la importancia del sentido formal en los textos. Por tanto, sería necesario volver a reintroducir un poco de simplicidad, de humanidad y de contexto. Y tras ese breve comentario, Lançon concluye: “C’est juste, banal, d’un diagnostic un peu superficiel ­ comme un préambule au livre profond qu’il écrira peut-être sur son rapport à la langue, ce tango éclairé et discret de formaliste humaniste”.

 

Para terminar, hemos de añadir que quizá la preocupación de Todorov sea ciertamente banal, pues las previsiones editoriales en Francia son de tal calibre que ha de haber necesariamente obras con las que colmar esa sed humanista. Por lo que se dice, entre enero y abril se publicarán un total de 542 nuevas novelas y ensayos, entre francesas y traducidas. Alimento no faltará. Entre todo eso, también han aparecido o aparecerán otras reflexiones sobre la literatura, como L’Art de raconter (Grasset) de Dominique Fernandez o Devenirs du roman (Naïve) de François Bégaudeau, así como obras tales como Place des pensées (Gallimard), en la que Richard Millet reflexiona sobre la obra de Maurice ­Blanchot, La Révolution (Gallimard) de François Furet, con prólogo de Mona Ozouf o el François Furet (Gallimard) de Ran Halevi.

Fte: Grand Tour

LINKS:

Una entrevista cruzada entre Todorov y François Bégaudeau, novelista y profesor de francés

«Huir de la tentación del bien». Entrevista a Tzvetan Todorov – por Eduardo Castañeda

“La tentación del mal, no es nada,. La tentación del bien es la más peligrosa, porque a nombre del bien podemos cometer un mal mucho mayor. Eso sucede mucho en nuestros días. El gran peligro de nuestros días es considerarse la encarnación del bien”, explica en entrevista el historiador y filósofo franco-búlgaro Tzvetan Todorov. (Leer Más en PSIKEBA, Revista de arte, psicoanálisis y estudios culturales)

El nuevo desorden mundial

El paraíso terrenal es un ideal totalitario